viernes, 18 de enero de 2013

La Voz Dormida


—Espera.
Pepita no esperó. Se dirigió hacia la sala sin ventanas donde aguardaba don Fernando dispuesto para salir; pero antes de que pudiera abrir la puerta, las manos de Paulino la detuvieron sujetándole los hombros.
—Se lo juré, y voy a cumplir.
—Tú sabrás lo que juras y lo que dejas de jurar, pero conmigo no cuentes.
—Felipe entrará con una chiqueta de Peñaranda de Bracamonte que tiene a su madre en Ventas, se hará pasar por su marido el día de Navidad, ese día hay mucho follón, ni pedirán papeles, no se darán cuenta.
—Siempre sabéis cómo liar a la gente, pero estate tranquilo que, lo que es a mí, no me vais a liar nunca más. Nunca. ¿Te enteras?
—Tú no tienes que hacer nada.
—Pues no me lo expliques, que no lo quiero saber. Ustedes liáis y liáis, pero llegará el día en que os líen a ustedes, y vaya a saber si el lío no os viene de Peñaranda de Bracamonte.
—Es de confianza, militante de Solidaridad Obrera.
—¡Que no lo quiero saber! ¿Me estás entendiendo?
—No te enfades. Si yo creyera que corres peligro con saberlo, no te lo contaría.
—Yo no sé si corro peligro o no corro peligro. Yo sólo sé que mi padre está muerto, que mi hermana está presa y que a vosotros dos os van a matar. Y no quiero saber ni media palabrita más. Os matarán a todos, a todos.
Gritó. Pepita gritó, y la dueña de la casa salió al pasillo con el abrigo de Pepita en la mano, seguida de don Fernando.
—¿Qué es este jaleo, por Dios? Me vais a buscar la ruina.
—Perdone, no era mi intención, yo ya me iba. Y usted, ¿se viene o se queda, señorito?
—Yo también me voy, te estaba esperando.
—Pues, ¡hale! Ya está, que tengan ustedes buenas noches, ni media palabrita más, punto final y se acabó. Y vale más que nos vayamos, señorito, ya nos podemos ir.
Pepita se puso el abrigo y abrió la puerta; don Fernando la dejó pasar, y salieron los dos al descansillo.
—Buenas noches.
Buenas noches dijo la dueña de la casa.
—Buenas noches.
Buenas noches dijo Paulino sujetando la puerta. Pero no la cerró. Cuando Pepita y don Fernando bajaban ya las escaleras, llamó a la joven en voz baja:
—Pepita.
—¿Qué?
—Espera.
—¿Qué quieres ahora?
Paulino bajó los peldaños que los separaban, se acercó a su oído y le preguntó:
—¿Tienes novio?